
Un deseo suspendido, un momento que llega
La historia de Liliana26 de Febrero, 2025
Extensas llanuras, grandes espejos de agua y una riqueza histórica extraordinaria caracterizan a Navarro, uno de los 135 partidos de la provincia de Buenos Aires. Con alrededor de 20.000 habitantes, la vida de su pueblo está íntimamente entramada con su entorno rural, donde la industria agrícola-ganadera es su principal actividad productiva.
Allí vive, trabaja y estudia Liliana Ourdanabía, a quien el programa Puentes le brindó una segunda oportunidad. “A mí me hubiera gustado ser ingeniera agrónoma, pero mi papá falleció muy joven y yo no quería dejar sola a mi mamá, y bueno, eso derivó en que yo buscara una carrera acá”.
Así, se formó como docente de grado hace 30 años y hoy es maestra en la Escuela de Educación Primaria N° 21 Domingo Faustino Sarmiento. Cuenta que al principio su trabajo no le despertaba gran curiosidad, pero fue asomándose a “esa inocencia que te dan los chicos, que vienen tan en blanco, con una personalidad que hay que empezar a descubrir, que dependen tanto de una en muchas cosas. Es como tener hijos nuevos todos los años, te dan tantas gratificaciones. Son mi motor diario”. De a poco entonces la docencia “me fue encontrando y es una profesión que amo”.
Entre el tiempo dedicado a sus dos varones de 24 y 22 años y una adolescente de 14, las tareas del hogar y su trabajo, Liliana encontró, ahí donde parecía no caber ni un alfiler, el momento para volver a estudiar a sus 48 años. La noticia le llegó por las redes sociales de que en su ciudad se lanzaría el programa Puentes con una propuesta formativa que la remitía a la vida rural de su infancia. “Me gusta mucho el campo, viví de chica en el campo en casa de mis abuelos. Mi papá no tenía título de ingeniero agrónomo pero era una persona que tocaba la tierra y ya sabía qué sembrar; era gente con un conocimiento innato. Trabajaba como mayordomo de estancia, se encargaba del manejo de personal, de los animales, la cosecha, de todo, y también era inseminador de vacas. Cuando él se enfermó estaba tan dolorido que no podía recorrer el campo a caballo, entonces a mis 11 años me enseñó a manejar un auto para que me ocupara yo de llevarlo.”
Mientras comenzaba a estudiar la Diplomatura Universitaria en Producción Lechera, su hijo mayor estaba a punto de licenciarse en Administración de Empresas en la Universidad Nacional de Luján (UNLu): “Fue una locura, nos recibimos casi juntos”, dice con la gratificación y el orgullo que suponen ver recibirse a un hijo, y con la ilusión de poder ella misma graduarse en la universidad.
De desempeñar el rol de maestra, pasó a ocupar el de estudiante: “Para mí fue un proceso de volver a preparar mi mente para adquirir nuevos conocimientos, a leer sobre otros temas fuera de la temática docente”. Pero ha sido la docencia el germen que vitalizó su talento natural: la de formarse para formar, la de aprender para seguir enseñando y profesionalizarse para comunicar allá donde haga falta. El programa fue tan solo un nexo para profundizar la potencialidad en Liliana de tender puentes con la palabra.
Por supuesto que esto la llevó a tener que reorganizar su vida, porque “además de lo que conlleva el trabajo de la escuela —a la mañana como docente y a la tarde como preceptora de secundaria—, me levantaba a las 6 para que mi hija Clara pudiera entrar al colegio a las 7, dejar la casa en condiciones, ir a los dos trabajos… Los viernes no volvía, sino que iba a cursar. Y luego de ese trajín, prepararme para el sábado volver a cursar”. Liliana, como tantas otras mujeres, es jefa de hogar, con lo cual las tareas cotidianas, la organización de su casa, el cuidado y la contención de sus hijos se encuentran bajo su cargo.
Ya se lo habían advertido los dos mayores, Tobías y Bautista, ambos universitarios y trabajadores: “Mirá que hay que sentarse a estudiar, mirá que hay que dedicarle tiempo”. Y sí, dormía muy pocas horas. Tenía los sábados a la tarde y el domingo para estar con sus hijos, para hacer mandados, las cosas de la casa, organizar el trabajo de la escuela. “Me llevaba los apuntes a todos lados y cuando tenía un momento leía algo, subrayaba algo. Cualquier huequito lo aprovechaba para estudiar.”
Ahora Liliana tiene la capacidad de entablar una conversación sobre producción lechera con cualquiera que se le cruce, sea un productor o el presidente del Senasa, manejar un lenguaje técnico y tener fundamentos para defender su opinión. Con el conocimiento que adquirió, puede evaluar qué le hace falta a un productor, desde las labores de siembra y cría hasta la de vacunación.
“Me encanta que mis hijos me vean actualizada, que me vean con ganas. Me respetan, me acompañan, me ayudan. Yo les hablo de las últimas cosechadoras y la diferencia con lo que existía cuando era pequeña (…) Mis abuelos tenían tambo y yo ordeñaba a mano, pero ahora hay una máquina que identifica aquellos pezones de la vaca que tienen mastitis y directamente no los ordeña. Es increíble lo que ha logrado la tecnología.”
Llegó 2024 y en agosto el programa Puentes abrió otra convocatoria para Navarro: la Diplomatura Universitaria en Producción de Cría Bovina. También con ocho horas semanales, cursando viernes y sábado de forma presencial durante tres meses, Liliana apuesta a seguir con sus estudios. Ambas diplomaturas son ofrecidas por la Universidad Nacional de Lomas de Zamora e impartidas por profesores a quienes ella recuerda con gratitud, por la calidez en el modo de dar las clases, por utilizar un lenguaje claro y comprensible y por su habilidad para “hacerte sentir que estás ahí”. “Ellos te compartían esa vivencia de transportarte al campo y eso requiere de una sabiduría que no cualquiera puede tener”, expresa la maestra que sabe de lo que habla. “La pasión que yo ponía para ir, es la misma que ellos transmitían en cada clase.”
Sin este programa, muchas personas de Navarro y de localidades próximas no habrían podido acceder a la universidad pública, gratuita y de calidad. Esa universidad que, tomando las palabras del gobernador Axel Kicillof, “está a la vanguardia del desarrollo científico para promover la producción y el trabajo y para que nuestro país esté al frente de ese desarrollo”.
Liliana explica que su familia pudo solventar los gastos para que su hijo mayor pudiera mudarse y vivir en Luján durante el tiempo de cursada de la licenciatura, y una vez graduado volvió a su Navarro natal. Sin embargo, la mayoría no puede tener este privilegio. El costo de vida se hace cada vez más pesado de sostener, y la educación superior, con la política de ajuste del actual gobierno, se está convirtiendo en un derecho para pocos.
Sin ir más lejos, nos cuenta que a partir de las restricciones presupuestarias en el sistema de transporte, la línea 57 que históricamente realizaba el servicio Navarro-Luján, desde este año redujo sus horarios, lo cual dificulta el traslado hacia la UNLu —la universidad más cercana—. “El 57 era muy importante para nosotros porque los chicos tenían esa facilidad de combinar el micro de la universidad con el horario del colectivo, y ahora con esta reducción y la situación económica se hace muy difícil alquilar algo en Luján, se vuelve complicado vivir. ¿Sabés lo que significa para una familia en la que el hijo o la hija quiera estudiar y no pueda?”
El impulso de Liliana por querer seguir aprendiendo intenta inculcárselo a sus alumnos y a sus hijos, contagiarles esa voluntad de hacer lo que les gusta; claro, siempre que haya un Estado que procure una perspectiva de futuro a la ciudadanía y que tienda una mano para hacer cumplir los sueños. “Una maestra también puede ser una profesional y transmitir la idea de que una se perfecciona todos los días.”
En Navarro la vida rural se entreteje con la cotidianidad de la población. Hay barrios donde las familias destinan un tiempo al cuidado de los animales de corral o a las labores de pastoreo o de ordeñe. Se la conoce como la capital provincial del tambo —produce alrededor de 500.000 litros de leche diarios y se elaboran diversos tipos de quesos—, donde se celebra anualmente la Fiesta del Tambero. De manera que este tipo de formaciones como las de Puentes “te arraigan a Navarro porque lo que se aprende se aplica a la realidad rural, en un campo con producción lechera, con cría bovina o en un feedlot”.
Así es como, además de sentirse motivada y con expectativas, el panorama laboral de Liliana se diversifica y se amplía. Con el tramo docente ya hecho, su idea “es poder dar clases quizás en la escuela agraria que hay acá. Yo estoy abierta a todo lo que surja, a todas las posibilidades que me dan. Si es la de producir, produciría; si es la de ayudar, ayudo. Acá no es más bueno o más inteligente el que sabe, sino el que lo da a conocer. A mí me dieron la oportunidad de aprender, eso hay que devolverlo de alguna manera”. Con esa generosidad se pone al servicio de las necesidades de su comunidad y apuesta a su presente para construir el porvenir, el de ella y el de su gente.
“Agradezco haberme animado, un poco intuitivamente, un poco inconsciente”, afirma con sonrisa amplia. Y concluye: “Mirá lo que la vida me tenía preparado”. Y sí, algún día, esa retribución llega. Porque para las personas como ella, ese moverse con perseverancia, con valentía y, sobre todo, guiada por el corazón, tarde o temprano tiene su recompensa. Liliana ha comenzado una nueva etapa. Y en honor a la memoria de su padre, esa vida será signada por la pasión de ser la protagonista de su propio deseo.